Anónimos

Entré en la sala y el círculo de sillas me miró con media sonrisa.

- Toma asiento no seas tímida, balbuceó una voz ronca medio dormida por las pastillas.

Crucé mis medias rotas lejos de todos los miembros de la sala, con la melena despeinada protegiéndome de todas esas miradas, desconocidas, ansiosas por escuchar mis ideas suicidas. Tomé una postura altiva que les amenazaba desde mi barbilla, yo no iba a ser otra pardilla que les contaría su vida.

- Bienvenida loquilla, vamos a presentarnos sin darnos las manos. Habló el tono armónico contrario a un isotónico.

Levanté la vista y reprimiéndome como podía la risa empecé mi escucha analítica:

- Hola yo soy Whiskona, tengo 56 años y soy alcohólica.

- Me llaman Puro Habano pero puedes llamarme Papi, soy cocainómano y pago los estudios a unas cuantas prostitutas.

- Bueno pues yo soy Soso y...sufrí un cambio hará unos años....recuerdo a un policía y mi puñal en su estómago, ahora estoy aquí, en ruptura con los opiáceos.

- Soy histeria y mi problema es la anfeta.

La rueda siguió girando, nombres, edades, vicios y discursos desinhibidos. Era mi turno y no podía respirar, si lo hacia explotaría en una carcajada descosida y me esperarían todos a la salida para darme un susto, fingí toser y me presenté:

- Tengo 21 años y nunca me he drogado, tranquilos, estoy aquí para ayudaros.